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Los ojos de Meng Hao estaban llenos de obsesión y locura. Había abierto 122 meridianos y recorrido un camino que nadie había pisado antes, ni siquiera en la antigüedad. Ni el Señor de la Cuarta Montaña y Mar, Kṣitigarbha, había hecho algo así cuando se convirtió en un verdadero Inmortal.
Meng Hao flotaba en el cielo estrellado, era el centro de toda atención. Y aun así, no estaba listo para rendirse. Llamas bailaban en sus pupilas, un reflejo de la Esencia de la Llama Divina en su palma. Era como si la Llama se hubiera convertido en la ambición de sus ojos.
—Mi último meridiano... ¡La Esencia de la Llama Divina! —Su corazón latía con fuerza. Sabía que era aterradora, pero no podía contener su emoción ante la idea de que su último meridiano la contuviera.
—Si puedo lograr que este sea mi meridiano 123, entonces no me arrepentiré.