Gu Bei se acercó a Nie Li, le mostró el pulgar y le susurró con suavidad:
—¡Buen trabajo, Nie Li! ¡Ja, ja! ¡Pensar que has logrado pasar por encima de Long Yuyin! Siempre quise superarla, pero no podía hacer nada al ser ella tan poderosa. ¡Pero, al parecer, tu poder es muy superior!
—¡Es solo una competencia en el Tablero de Alma Santa! —Nie Li sacudió la cabeza mirando a Gu Bei y dijo con énfasis—: Tú también deberías ser capaz de hacer lo mismo, ¿o no?
Ante las palabras de Nie Li, Gu Bei sonrió y sacudió la cabeza:
—Estoy seguro de que no perdería con esa mujer, pero aplastarla por completo sigue siendo demasiado difícil para mí. ¡Tú eres el único que se ha ganado mi admiración!
—No puede decirse que la competencia del Tablero de Alma Santa sea gran cosa.
Nie Li no estaba demasiado preocupado por todo lo que acababa de pasar. Para él, Long Yuyin era solo competencia pasajera; ¡su verdadero oponente era el Emperador Sabio!