—Parece que ahora mismo no tienes autoridad para hablar de mí—replicó Duan Ling Tian. La sombra de una mueca burlona se dibujó en sus labios mientras miraba de arriba abajo a Hu Xue Feng, y lentamente, escupió una palabra:
—¡Cobarde!
Una vez más, ¡Duan Ling Tian había humillado a Hu Xue Feng, llamándolo cobarde!
Esta vez, el Anciano de la Prueba, Jiang Huai y los ocho discípulos de la corte interior estaban presentes, y ahora miraban a Hu Xue Feng con una expresión extraña. El gesto de Hu Xue Feng era todo lo horrendo que podía serlo, pero no tenía cómo responder a aquello. En ese momento se fijó en las miradas burlonas que venían de los alrededores y no deseaba nada más que cavar un hoyo allí y esconderse en él.
Bajo los atentos ojos de todos los presentes, Duan Ling Tian retiró la mirada que tenía sobre Hu Xue Feng, y barrió su mirada más allá de los dos SImios Violentos en la distancia antes de caminar a pasos agigantados.