El segundo objeto que llamó la atención de Yi Yun era muy especial. Estaba en el extremo opuesto de los 999 sables voladores.
Esos sables eran hermosos y deslumbrantes. Eran el producto de un Dios Artesano, y estaban acompañados de un sutra de primer nivel. No había duda de su poder. Pero la apariencia de ese otro objeto encantado era extremadamente simple, y no parecía nada extraordinario.
Era un trozo de madera muerta del largo del brazo de un adulto, y era tan grueso como un pulgar.
Se parecía a las ramas muertas que se ven comúnmente en los bosques a simple vista. Sin embargo, al observarlo más atentamente se descubría al instante lo diferente que era.
Cuando Yi Yun miró ese trozo de madera muerta sintió que su corazón se sentía más y más atraído por él. Cuando la miraba de nuevo, frente a sus ojos aparecían un sinnúmero de imágenes. Pasaba la primavera y llegaba el otoño, junto con la hierba marchita y las hojas amarillentas.