—¡Hola, hermana Wang!
Yi Yun entró en la oficina con la canasta de hierbas en la espalda, y una tonta sonrisa en su rostro.
Wang se veía hostil, pero Yi Yun ya estaba acostumbrado.
—Hermana Wang, veo que estás leyendo un libro…
Yi Yun trató de charlar un poco, pero la mirada de Wang hacía que la gente se tragara sus palabras.
Ella se quedó en silencio. Arrojó el libro que tenía en su mano sobre la mesa y miró fríamente a Yi Yun.
—Eh…
Yi Yun no supo qué más decir. Bajó la canasta de hierbas y la colocó sobre el mostrador. Las dos cajas de jade que contenían la flor de Sangre Yang y el Ginseng del Cielo Púrpura Yang, por supuesto, estaban dentro de la canasta.
—¡Regresaste muy pronto! —dijo Wang de forma cínica mientras echaba un vistazo a la canasta de hierbas; su voz aguda era desgarradora.