Se sabía que las montañas remotas eran millones. No solo había muchos picos, sino que todos eran extremadamente altos. Podían tener un radio de decenas de kilómetros, y no era sorprendente que tuvieran más de treinta mil metros de altura.
Eso hacía que las remotas montañas fueran profundas y extensas. Tratar de encontrar un lugar oculto allí enmascarado por matrices no era fácil, nisiquiera con un mapa.
En ese momento, en una montaña nevada, la luz del sol iluminaba un área de hielo y nieve perpetuos, reflejando rayos de luz plateados.
La temperatura ahí era tan fría que no bastaba con decir que las gotas de agua se congelaban de inmediato. Sin embargo, la pareja que estaba allí, muy desabrigada, estaba inmutable y no parecía tener frío en absoluto.