En las montañas remotas se erguía el magnífico palacio de la raza desolada.
Era un tesoro encantado de la anterior Reina Desolada. Podía guardarlo y llevarlo a donde quisiera. Lo había llevado a las montañas de esa manera. En cuanto a los otros palacios que no eran tesoros encantados, quedaron en ruinas en el territorio original de la raza desolada.
En ese momento, ya había un gran número de guerreros en la sala de reuniones del palacio de la raza desolada. Eran más de diez mil.
Entre ellos no solo había miembros de la raza desolada, sino también humanos
Cuando el Señor de la Ciudad Divina de Tai Ah y Cang Yan llegaron a esa sala, se asombraron cuando vieron la escena. Antes habían estado prisioneros en lo profundo de las montañas, así que solo habían oído algunos murmullos sobre lo que sucedía en el mundo exterior. Creían que solo la raza desolada se había retirado allí, y no sabían que también había tantos humanos con ellos.
