El Espíritu de Espada, que había entrado en letargo hacía años, había vuelto a despertar.
Sin embargo, seguía tan débil como siempre. El sueño solo podía frenar su decadencia, pero no podía recuperar su energía.
Sus palabras no parecieron cambiar la decisión del joven, que insistió: —Según el criterio de nuestro Maestro, no tiene las calificaciones para quedarse.