Shentu Nantian nunca se había sentido tan impotente. En el pasado, él fue el espectador del destino de los demás. Disfrutó de la sensación de tener poder absoluto para decidir la vida y la muerte de alguien.
Sin importar cuánto le suplicara la persona a su merced, él hacía lo que quería.
Pero ahora su vida estaba en manos de otro. Podía rogar o adoptar una postura blanda, pero la otra persona podría decidir su destino como quisiera. Esa sensación lo acercaba al borde del colapso.
—No… ¡No! —exclamó Shentu Nantian con dificultad. Era arrogante por naturaleza, y había sido venerado desde pequeño. Nunca había sentido tal humillación.
Sin embargo, ahora tenía que ceder. Con lo herido que estaba, tragar la Séptima Píldora Divina Yin Nociva definitivamente arruinaría su cultivo. No había ninguna duda al respecto.