Mientras Yi Yun practicaba en silencio, totalmente ajeno al paso del tiempo, los días pasaron y pasaron sin que él se diera cuenta. Eso continuó de esa forma hasta que un día alguien tocó su puerta. Esta vez no se trataba de la sirvienta de Lin Xintong, sino de la joven aprendiz que conoció cuando entró por primera vez en el salón de práctica de la Técnica Celestial Desolada de la familia Lin. Ella era la discípula de aquel hombre de mediana edad de apellido Sun.
—Hermano mayor Yun, mi maestro me ordenó que te dijera que la sesión de té de la Técnica Celestial Desolada comenzará mañana en la mañana.
—¿Mañana en la mañana? —Yi Yun agitó su cabello descuidado. Daba la impresión de que acababa de despertarse.
Ya pasaron dos meses... Qué rápido pasa el tiempo. La mirada de la joven no se centró en el cuerpo de Yi Yun, sino que observó lo que había a su espalda. Al ver ese escenario, se tapó la boca por la sorpresa.