—Maldita Dong'er, maldita Dong'er. ¡Sólo sabes cómo comer! ¡Entonces, te dejaré comer!
Luo Huo'er estaba pellizcando las orejas de Dong'er. En ese momento, su corazón estaba lleno de ira, sin lugar para descargar su frustración. Con solo recordar las últimas palabras que Yi Yun le dijo acerca de ver sus senos, Luo Huo'er sintió que explotaba.
—Me duele... me duele... ¡Ay! ¡Señorita, va a arrancar las orejas de Dong'er! —dijo la niña de una manera agraviada. La pobre Dong'er todavía no sabía qué había pasado. Estaba comiendo felizmente un bollo, cuando de repente una calamidad de los cielos cayó sobre ella. Es por eso que ella estaba tan sorprendida ahora.
Sólo entonces la soltó Luo Huo'er. Las pequeñas orejas de Dong'er estaban rojas y sus grandes ojos estaban llenos de lágrimas.