Yi Yun y compañía esperaron unos quince minutos antes de que se abriese una puerta y una docena de personas saliese.
Un joven delgado los guiaba. Ese joven usaba un traje de entrenamiento simple y suelto, con un sable detrás de su espalda.
Cada paso que daba era de exactamente de cuatro pies, como si fuesen medidos por una regla.
El joven delgado le daba a la gente la impresión de ser un sable desenvainado con una hoja opresora.
En el momento en el que apareció, muchos ojos se centraron en él.
Yi Yun solo sentía que sus ojos se contraían mientras sus cejas sentían un escalofrío. La presión del joven era demasiado grande.
No muy lejos, Zhou Kui estaba alarmado.
¡El aura de esa persona era más fuerte que la de Yang Qian!
Yang Qian se levantó e intercambiaron miradas de provocación.
—¿Avanzaste? —miró al joven mientras sus pupilas se contraían casi como una aguja.