Luego de hacer un lío en el hogar de Han Sen, Han Yumei y Han Lei le dieron un ultimátum a su familia —debían conseguir el dinero o vender la casa en un mes, o realizarían una demanda.
—Soy tan inútil que ni siquiera puedo quedarme con la casa —Luo Sulan sostenía a Han Yan, con su cara cubierta de lágrimas.
Luo Sulan era una dama amable. Cuando el padre de Han Sen seguía vivo, ella era tratada como una princesa. Ella ni siquiera sabía barrer el piso, mucho menos hacer otros quehaceres. Han Sen sabía lo difícil que era para ella criar a su hermana y a él luego de que su padre falleciera.
—No te preocupes, mamá. Estoy aquí por más de que Papá no lo esté. No voy a dejar que nos saquen la casa. Tú descansa y yo consultaré con el tío Zhang sobre la cuestión —dijo. Han Sen llamó a un amigo de su padre, Sr. Zhang. Él era el abogado que solía trabajar en su negocio familiar como asesor legal.
—Hola, ¿tío Zhang? Habla Sen…¿Cómo está tu espalda? Tengo una cuestión legal sobre la cual quiero consultarte… Así que…—Han Sen se veía un poco pálido cuando colgó el teléfono.
El abogado había confirmado que su pariente decía la verdad — sí tenían derecho a una parte de la casa. Y si realmente fueran a la corte, el veredicto sería cercano a lo que pidieron — que pagaran el dinero o vendieran la casa.
—Sen, ¿qué dijo el señor Zhang? —Luo Sulan le preguntó a Han Sen, mirándolo nerviosamente.
—Tú no te preocupes, mamá. Consulté con el tío Zhang y hay una solución. Tú solo asegúrate de que Yan está bien y yo me encargaré de esto. La casa no será tomada por nadie —dijo Han Sen con una sonrisa.
—Eso es bueno… Eso es muy bueno…—Luo Sulan dio un suspiro de alivio.
Habiendo descansado en su casa por una noche, Han Sen tomó un tren a la estación de teleportación y entró al Santuario de Dios en la mañana.
Han Sen se teleportó a su habitación en el Refugio de Armadura de Hierro. Cuando uno se teletransportaba a Santuario de Dios, uno aparecería en una habitación específica accesible solo para él o ella. A no ser que sea permitido por el dueño, nadie más podía entrar en la habitación.
Antes de terminar la primera evolución y entrar al segundo Santuario de Dios, este era el hogar de Han Sen en Santuario de Dios.
Ahora Han Sen no tenía poder ni influencia. La única solución era conseguir dos millones de dólares en un mes si quería conservar la casa.
Aunque sentía que era injusto, sin tener poder, era lo único que podía hacer.
Dos millones de dólares Levo eran una suma enorme para un joven que acababa de terminar la educación integral obligatoria.
En el pasado, Han Sen no podría haber ganado dos millones en un año, mucho menos en un mes. Pero ahora todo era diferente. De hecho, si no hubiera cocinado el caparazón del escarabajo negro de sangre sagrada, el caparazón por sí mismo valdría uno o dos millones.
Incluso sin el caparazón, él aún tenía el cristal negro que podía hacer evolucionar criaturas. Mientras tenga eso, dos millones no eran nada.
Mirando al cuerpo de la bestia primitiva de escamas verdes en el piso, Han Sen dudó por un momento antes de cortar el cuerpo en pedazos. Luego secó la carne, la hizo cecina y la llevó consigo en su riñonera.
Primero debía capturar una criatura con la que pueda usar el cristal para hacerla evolucionar y vender la carne de la criatura evolucionada por dinero. Ahora que Han Sen era dueño de un traje de armadura de alma bestia de sangre sagrada, podía empezar a cazar criaturas primitivas en vez de criaturas ordinarias.
Las criaturas primitivas no valían mucho, y perdería un día de tiempo esperando que una criatura ordinaria evolucione en una criatura primitiva. Para conseguir dos millones, Han Sen necesitaba al menos vender una criatura mutante.
Las criaturas primitivas eran vistas usualmente a una docena de kilómetros de Refugio de Armadura de Hierro. Han Sen no se había atrevido a ir tan lejos antes, pero ahora tenía su armadura.
Esta vez, su objetivo no era una bestia de dientes de cobre, la más débil de las criaturas, sino una mantis veloz frecuentemente observada en Valle Céfiro.
Aunque era una criatura primitiva, una mantis veloz tenía un cuerpo frágil y podía ser cazada fácilmente por una daga de aleación normal si se le apuñalaba en un lugar vulnerable. Sin embargo, una mantis veloz era tan rápida que gente ordinaria no podía seguirle el ritmo. Y su par de patas delanteras con forma de sierra podían cortar huesos humanos fácilmente. Una vez golpeada por las patas delanteras, una persona estaría incapacitada, si no muerta. Así que pocos humanos irían a cazar a esta criatura.
Para Han Sen, sin embargo, la mantis veloz era la mejor opción. Era, a fin de cuentas, una criatura primitiva, y no había forma que pudiera cortar su armadura de alma bestia de sangre sagrada. Si no podía ser lastimado por la mantis, de seguro podría matarla.
Lo más importante era que con sus garras alas cortadas, una mantis veloz no podría pelear, pero podría seguir viviendo. De esta manera, Han Sen podría traerla de vuelta a su habitación fácilmente, y usar el cristal negro para hacerlo evolucionar en una criatura mutante antes de vender su carne.
Por supuesto, si podía matar unas cuantas mantis veloces y tenía suerte, podría incluso ganar un alma bestia.
El alma bestia de un mantis veloz era en la forma de una ágil hoja dentada, que era una daga larga, un tipo de arma que Han Sen dominaba.
Aunque la hoja ágil dentada era solo un alma bestia primitiva, era la más filosa de todas las armas primitivas, y podía incluso compararse con algunas armas de almas bestia mutantes.
Por el peligro de cazar mantis veloces, pocos podían ir a Valle Céfiro, e incluso aún más pocos habían obtenido la hoja dentada. Si tal arma rara fuera vendida, costaría más de dos millones. Así, si Han Sen podía conseguir el alma bestia de una mantis veloz, no habría necesidad de vender carne de criaturas mutantes.
Mientras más se acercaba Han Sen al Valle Céfiro, menos gente podía ver. Alrededor del valle, no había actividad humana alguna.
Han Sen no se atrevió a ir muy profundo, así que encontró un lugar escondido e invocó el alma sagrada del escarabajo negro de sangre sagrada para cubrirse en la armadura dorada. Tomando un respiro profundo, se escabulló hacia Valle Céfiro.
Han Sen no se atrevió a ir muy rápido. El valle estaba cubierto de árboles y pasto salvaje tan alto como un hombre. Mientras los árboles y el pasto se movían con el viento, era difícil encontrar alguna mantis que pueda estar escondiéndose ahí. Incluso una distracción momentánea podía llevar a huesos rotos por un ataque de mantis.