Al ver a esa mujer, que era tan fría como un monarca, Han Sen no se movió. Su corazón se había sacudido de sorpresa y pensó para sí mismo: "Esto es demasiada coincidencia. A pesar de los innumerables seres humanos y espíritus que hay aquí, ¿me toca enfrentarme a ella?"
La Reina miró a Han Sen, y luego pateo hacia él con sus largas piernas como el lanzamiento de un hacha. A ella no le importaba quién era su oponente; no tenía idea de que se enfrentaba a Dólar.
Pero Han Sen movió su puño, y después de hacerlo, la cara de la Reina cambió. Sus piernas cancelaron su ataque y tiraron a un lado en evasión. Cuando se acercó a Han Sen, levantó el puño e intentó golpearlo.