¡Bang!
Tierra y rocas volaron por todas partes, y el lugar donde Leylin acababa de estar parado, se convirtió de inmediato en un pozo gigante.
Extremadamente rápido, con gran fuerza. Como se esperaba de una criatura defensiva que fue contaminada por la Fuerza Onírica... Leylin evaluó al ciempiés con indiferencia, desde el borde del foso.
—Humano, ¡me has provocado! ¡Yo, Zelos III, te haré pagar el precio! —gritó el ciempiés gigante. Cara tras cara se separó de su cuerpo, cada una transformándose en una extraña figura humanoide.
—Seré honesto. Es más fácil lidiar contigo que con una pesadilla que puede usar la Fuerza Onírica hábilmente, o que con un piano andante con el que no se puede lidiar con magia normal —al finalizar esta declaración formal, Leylin señaló el bastón del Dragón Rojo al ciempiés.
—¡Quemadura del Alma!
¡Grrrrr!