Las llamas embravecidas continuaban ardiendo. Los gritos penetrantes y el llanto nunca acababan, sino que estaban acompañados por los rugidos y la risa maniática de los piratas.
Había cadáveres de Bárbaros apilados uno junto al otro y la sangre que salía de ellos formaba pequeños ríos. Una vez que Leylin decidió atacar ese lugar, la tribu barbárica quedó completamente acabada.
Como Odge se había llevado a la mayoría de los fuertes y jóvenes, todo lo que restaba era un puñado de débiles, ancianos, mujeres y niños. Podía decirse que, frente a esos piratas despiadados, resistirse era inútil.
—Esta tribu barbárica parece ocultar algunos secretos... —Leylin se tocó el mentón y apareció una sonrisa diabólicamente encantadora en su rostro, al tiempo que llegaba al corazón de la tribu.