—No me importa lo que estés pensando ahora. ¡Dame a ese caballo! —Leylin lo observaba con los ojos llenos de ridiculización.
—Je... Jeje... Sólo lo tomé prestado de Rafiniya. Iba a... —el arquero había forzado una sonrisa, pero luego su expresión cambió de repente—. ¡Mira, por allá!
Sin esperar a que Leylin se volteara, alzó sus brazos y disparó tres flechas con resorte hacia su rostro.
—¡Ahora!
Luego de disparar aquellas flechas, el arquero ni siquiera volvió a mirar a Leylin. En cambio, le dio un latigazo al caballo que montaba; deseaba irse tan pronto como fuera posible.
Podía ver que Leylin no estaba herido en lo absoluto y estaba en muchas mejores condiciones que él. Haber podido atravesar el envolvimiento de los ogros sin resultar herido indicaba que Leylin no era alguien con el que pudiera enfrentarse en ese momento. Por esa razón, el arquero tomó la firme determinación de huir.
—Una gran decisión, aunque es una pena que sea inútil...