Leylin había estado evitando peleas sin sentido.
En su opinión, la diversión de ganar contra otros no podía compararse con la diversión de aumentar su fuerza a través del cultivo.
Además, no había odio entre él y Ourin. Probablemente incluso necesitaba agradecerle por dañar gravemente al Leylin original, lo que le había dado la oportunidad de renacer.
Leylin era una persona práctica. Para él, la cara nunca fue más importante que el razonamiento.
Inclusive, usar el honor de su familia para jurar no fue la más mínima pérdida para él. Sin embargo, la solicitud de Ourin después de eso, le había hecho agotar su paciencia.
—Tú…¡no puedes hacer eso! ¡Los señores de túnica negra no te lo permitirán!
Leylin se agarró con fuerza del saco en sus manos, con expresión frenética.
—Jaja... ¿por qué los túnicas negras irrumpirían en nuestros asuntos? No lo olvides, anteriormente te golpeé hasta casi dejarte medio muerto y a nadie le ha importado.