Con la aparición del Gargamel, los Magos presentes se sumieron en un misterioso silencio.
Sabían muy bien cuán aterrador y problemático era. No solo era poderoso para la magia, sino que también podía respaldar a su cuerpo con espíritus vengativos muertos, lo que le permitía mantener una condición óptima en todo momento. Aun cuando lo atacó la carta de triunfo final de los Magos de la luz, la Espada de la Avaricia, solo resultó herido, no murió. Sólo se volvió discreto por un tiempo, antes de causar problemas otra vez.
De no haber sido porque los Magos no podían lidiar con él, la Secta de Asesinos de Espíritus no habría podido alzarse en la costa sur para ser considerada igual a los Magos oscuros y los Magos de la luz.
Sin embargo, ahora, el jefe de la secta, el Gargamel, en el que los discípulos creían apasionadamente, había sido capturado con gran facilidad. El demonio que había causado tanto terror estaba contenido debajo de la plataforma.