Un tremendo volcán retumbó y bramó, como si un gigante de las leyendas lanzara un puño de hierro en llamas a los cielos.
La lava cayó como lluvia, formando riachuelos que fluyeron juntos para convertirse en una red de ríos.
El volcán negro se alzaba en lo alto del cielo, asomándose sobre la región, al igual que las nubes, y causando que el cielo y la tierra se oscurecieran.
La lava brillaba en color rojo, oscilando entre lo oscuro y lo brillante. La escena era magnífica, una rosa entre las espinas.
¡Monte Asura! Ha pasado tanto tiempo. Nunca volví desde que llegué al Continente Central... Los ojos de Leylin se llenaron de cierta profundidad. Los eventos que lo llevaron al Continente Central, y al pueblo y a su historia con la Zona Ambigua, se volvieron incomparablemente vívidos una vez más.