Los brillantes rayos del sol iluminaron el camino con una luz dorada. Caminar por allí era como hacerlo por una ruta pavimentada dorada.
Hoy, Leylin se había vestido con un atuendo ceremonial muy formal especial para la ocasión. Le pidió a Greem que condujera el carruaje hacía la residencia de Murphy.
De la misma forma, Murphy también se había vestido con un atuendo formal y lo esperaba con su bastón negro.
—¡Bienvenido amigo! —una expresión de alegría apareció en su cara arrugada luego de ver a Leylin.
—Me disculpo por haber llegado un poco tarde —dijo Leylin tras abrir la ventana.
—Todavía no es la hora que acordamos, yo me levanté más temprano a propósito.
Murphy se subió al carruaje con la ayuda de un sirviente. Greem, dio un latigazo a los caballos y comenzó a conducir el carruaje hacia el centro de la ciudad.