—Es un no —Leylin guardó la Moneda del Destino, sintiéndose ligeramente abatido.
La Moneda del Destino había sido acuñada de manera bastante burda. Debido a que estaba relacionada con el Mago Lucero del Alba, ya estaba dañada y, si empeoraba, Leylin realmente no tenía idea de dónde más encontraría un hijo del destino para ofrecerlo como sacrificio.
Aunque podía hacer profecías de la manera en que había usado a Aarón, no tenía forma de hacer predicciones sobre las existencias de mayor rango, y los riesgos eran demasiado grandes.
Los humanos eran criaturas llenas de posibilidades. Si los magos que Leylin había elegido lograban avanzar hasta que estuvieran en el mismo nivel que Leylin y lograban profetizar sus acciones, no habría forma de que Leylin pudiera beneficiarse de ello.
Leylin preferiría usar estas criaturas muertas. Aunque daban algunos problemas, eran convenientes y muy seguras. Por ello los priorizaba.