En un campo oscuro, un grupo de caballería perseguía a una figura solitaria.
La figura que huía era una visión extraña. Flotaba a unos pocos metros sobre el suelo y tenía un par de alas blancas translúcidas que brotaban de su espalda. Cada aleteo lo impulsaba una gran distancia hacia adelante.
Detrás de la figura alada había un grupo de caballeros que lo perseguían. Estos caballeros montaban en grandes arañas, cada una con ocho patas con garras de color marrón. También había rayas azules heladas en ellos, y sus ojos brillaban con sed de sangre.
Estas eran las Arañas Invernales Subterráneas, los soportes de los elfos oscuros de élite.
Los caballeros que montaban estas arañas no eran humanos, sino criaturas altas y delgadas con una piel exquisita; poseían hermosos contornos andróginos en sus caras, con orejas afiladas y ojos plateados, que les otorgaban visión en la oscuridad.
¡Bang!