—¡Exhala! ¡Inhala! ¡Concéntrate! ¡Préstale atención a la frecuencia!
Baelin se había quitado la camisa y mostraba algo de músculo, lo que había adquirido luego de todos esos días de entrenamiento. Estaba sentado con las piernas cruzadas; cerró los ojos e inhaló profundamente mientras los músculos de su cuerpo se sacudían.
—No, ¡tus músculos abdominales se están moviendo de forma incorrecta! —exclamó Leylin, y con un movimiento de sus brazos, una espada de madera golpeó sin piedad el abdomen bajo de Baelin. El rostro de Baelin se retorció y sus músculos abdominales se replegaron.
—¡Ah!
Dos corrientes de aire blancas salieron de sus orificios nasales.
—¿Lo recuerdas? ¡Esa es la sensación! —Le dijo Leylin, y le dio una palmadita con la espada de madera.