—Helm... ¡HELM! —dijo una voz humanoide desde el escorpión gigante, pero la personificación de Helm, en cambio, miró las nubes ominosas. Cuanto más tiempo las observaba, más se ensombrecía su rostro.
Rafiniya sintió un estallido de poder que descendió de repente e hizo que sus rodillas cedieran y que casi cayera al piso.
¡Bum! ¡Bum!
Un rayo plateado atravesó la nube ominosa y serpenteó sin cesar.
—Esto... Es el descenso de fuerza de origen... Alguien está acumulando divinidad para ascender —murmuró Romese mientras miraba al cielo sobre el castillo.
El gigantesco escorpión rugió y distintos espíritus vengativos flotaron desde la parte superior de su cuerpo.
—¡Es él! ¿Se está preparando para trascender ahora? —Rafiniya tenía la voz ronca.
—¿Qué está pasando?
No eran sólo los rivales los que estaban anonadados. Schliff quedó totalmente boquiabierto y la incredulidad hizo sus ojos casi salieran de sus cuencas.