Linley, Salomón y los demás instantáneamente desaparecieron de la mesa redonda, reapareciendo en la ventana translúcida. Todos miraron a través de la ventana...
En medio del aire, había cientos de figuras de pie allí, con el líder una figura alta y esbelta, con el cabello gris, pero un rostro que era extremadamente bien parecido. Parecía un hombre joven, y tenía una espada en la espalda.
—¿Llevando una espada en su espalda?
Linley estaba perplejo.
En el Reino Infernal, muy pocos expertos llevarían sus armas sobre sus cuerpos. La mayoría de ellos los mantendría almacenados en sus anillos espaciales.
—¡Tantos Dioses Altivos!
El rostro del joven bien parecido también cambió repentinamente. Como líder de un grupo de bandidos extremadamente famoso dentro de una circunferencia de un millón de kilómetros, sabía exactamente qué caravanas podían ser robadas y cuáles no.
—Lord, ¿vamos a atacar? —preguntó un Dios detrás de él en voz baja.
