Esa espeluznante y creciente luna roja colgaba en el vacío.
Una forma de vida metálica volaba por los cielos, bañada en ese espeluznante resplandor rojo. Linley se asomó por la ventana hacia el exterior, viendo aparecer ocasionalmente los castillos en los lejanos bosques de montaña. Alrededor de esos extraños castillos había dragones voladores masivos, fénix inmortales y otras bestias mágicas de tipo Santo. Esas enormes bestias mágicas eran criadas en cautiverio.
Dentro de la forma de vida metálica.
—Jefe —Bebe estaba sosteniendo una copa de vino. Bebiendo, frunció el ceño—. ¿Realmente vamos a la Montaña Abisal? El libro que el abuelo nos dio hablaba de ella y decía que era el lugar más peligroso de todo el Inframundo. Aunque también quiero aventurarme, sigo teniendo la sensación de que las palabras de Sayant no son confiables.
—Así sus palabras sean confiables o no, no podemos estar seguros por el momento.
Linley dejó su copa, riendo con calma.
