Barker y sus hermanos de inmediato corrieron hacia adelante, pero César frunció el ceño con impaciencia...
—No se pongan tan cerca de mí. No dejen que me convierta en el centro de atención. Bajo perfil, bajo perfil.
Los cinco hermanos sólo pudieron sonreír torpemente mientras saludaban a César desde muy lejos.
*Gurgle*
Mientras él probaba el vino, César se fue a esconder en una esquina de la habitación. Cada vez que se encontraba con los enviados de los reyes e imperios, brindaría con ellos, sin darse aires de ser una Deidad en absoluto.
—César.
De repente, una voz fría sonó.
César giró. Una sonrisa incómoda no pudo evitar aparecer en su rostro. La persona que había hablado era la Santa Dama del Santuario de la Diosa de Hielo, Rosarie. Rosarie lo miró. Ella resopló un par de veces, pero no dijo nada más. Siendo visto con esa mirada que parecía lanzar dagas, César no pudo hacer otra cosa que sonreír estúpidamente.