Si Reynolds estaba vivo, él quería verlo. ¡Si Reynolds estaba muerto, él quería ver el cadáver!
De Yale, Linley se había enterado que el cadáver de Reynolds en realidad había sido llevado por el enemigo. En ese viaje, no importaba qué, tenía que llevar el cadáver de su amigo de vuelta. Sin embargo, antes de eso, Linley tenía que dar una visita a la Ciudad de Neil. Después de todo, los soldados de la Ciudad de Neil debían saber exactamente lo que sucedió el día que fue asesinado.
—Jefe, no estés tan deprimido —dijo Bebe en voz baja.
Linley se quedó mirando el lejano horizonte, y luego se giró para mirar a Bebe, forzando una sonrisa.
—Bebe, estoy bien.
Pero era difícil distinguir la expresión en el rostro del transformado Linley; todo lo que se podía ver era la comisura de sus labios curvándose ligeramente.
Después de volar durante un tiempo, la distante Ciudad de Neil apareció en el paisaje desolado.
—Estamos llegando.