En un extremo del universo, en un dominio desierto que estaba a más de nueve mil millones de años luz de la humanidad, Luo Feng usó por primera vez el Transporte del Dios del País para llegar a un lugar cercano a las coordenadas que le dieron. A partir de entonces, se apoyó en el teletransporte. Le llevó dos días, y finalmente, llegó a su destino.
—Maestro, ¿se ha estado quedando aquí?
En su armadura y alas de plata, con su espada fantasma colgada detrás de él, Luo Feng estaba en medio de la oscuridad del espacio. A simple vista, estaba muy oscuro por todas partes, sin rastro de luz, sin una sola estrella. Había un silencio absoluto y frío.
—¿La tierra vacía del universo? —Luo Feng se dijo a sí mismo.