Luo Feng miró a la distante bestia Hui Suo agazapada allí. En su mente, la escena de los 10 mil millones de humanos y 300,000 soldados del universo que se reducían instantáneamente a cenizas apareció.
— El destino, este es el destino. Los débiles están destinados a convertirse en esclavos, sin importar cuán inflexibles sean.
—¡El fuerte! Mientras sea fuerte, podrá controlar su destino.
Luo Feng miró fijamente a esa bestia, queriendo tallar esa imagen en su memoria. Si un día tuviera que usar su cuerpo de bestia con cuernos dorados y algún ser absoluto para capturarlo, probablemente también lo usarían como mascota.
—¡No puedo permitir eso!
Luo Feng pensó.
— Su majestad, por favor, quédese aquí. Tomaré la carta del líder de la tribu para ver al decano e informarle los detalles. Si está de acuerdo, su majestad podría entrar en la tierra sagrada para estudiar la tablilla sagrada.
El Anciano Si Fan Qi sonrió. Luo Feng respiró hondo y sonrió: