Las nueve grandes cabezas del Dios Verdadero Eterno eran horribles, heladas, gritaban amenazantes o rugían... Cada par de ojos miraba el espacio vacío alrededor en direcciones aleatorias. Donde se posaban los ojos, el tiempo y el espacio se congelaban. Ni siquiera el poder de un maestro supremo del universo era capaz de causar que el espacio congelado vuelva a moverse.
¡Peng! ¡Peng! ¡Peng!
Dios Verdadero Eterno caminó en el espacio. Cada paso hacía temblar el espacio con ruidos estruendosos. El sonido hecho por los 108 pares de pezuñas pisando estaba completamente sincronizado. Silencio total. Ni un solo maestro supremo del universo se movió. Incluso el Fundador del Hacha Gigante, sosteniendo su Hacha Divina, esperó en silencio.