¡Sou!
Luo Feng dio un paso y se teletransportó a su país de Dios.
El país de Dios estaba lleno de energía, y estaba en constante expansión. El Océano Remoto no era nada comparado con el país Dios.
—¡Palacio de los dioses! ¡Constrúyelo!
En el cielo sobre Océano Remoto, una cantidad ilimitada de poder divino se reunió, y un imponente palacio se hizo realidad. Era un palacio de dios que emanaba luz dorada y energía de ley dorada. La cima del palacio era una gran aguja y se convirtió en el centro del país de Dios en el momento en que se formó.
—Un país Dios... ¡mi país de dios! —Luo Feng estaba en el cielo con los ojos cerrados y los brazos abiertos. Se sentía fantástico. Sintió una conexión instantánea con este lugar, como si se hubiera convertido físicamente en el país de dios—. ¡Montañas! ¡Llanuras! Pantanos! ¡Un desierto! ¡Un oasis! ¡Lagos!