—¡Ah!
La reina del Dragón Rojo sintió que el calor fluía en su pecho helado, alejando la frialdad y el adormecimiento. Ella instantáneamente recuperó los sentidos. Esto no fue algo bueno porque lo que siguió fue un intenso dolor que la volvió loca. Era aterrador, como si alguien hundiera un cuchillo en su cuerpo y luego la cortara en pedazos, poco a poco, antes de convertirla en una bola de carne molida. ¡Se sentía como si sus huesos se estuvieran rompiendo!
Bajo este dolor extremo, todo lo que podía hacer era gritar. Pero el pequeño movimiento trajo nuevo dolor. El dolor llegó en oleadas, cada una más fuerte que la anterior. Se sentía como si sus intestinos se estuvieran rompiendo y su alma se estuviera dispersando. ¿Qué pasa? ¿Quién me está torturando?