Cao Yun y los otros discípulos observaron con extrañas expresiones, cómo Zhao Feng y Nan Gongsheng se dirigían hacia la antigua ciudad en ruinas. Muchos genios de las Grandes Familias se habían reunido allí.
—Ji Lan, ¿cómo estás? —Cao Yun le preguntó con cuidado a la joven de cabello púrpura a su lado.
Ji Lan todavía temblaba, y su rostro aún era blanco como si su alma no fuera la suya. Era como si todavía no hubiera vuelto a la realidad del shock.
Todos los genios estaban desconcertados. Al ser la hija estimada de una de las Ocho Grandes Familias, tenía un estatus noble y era arrogante. Con su linaje ocular especial, podía ser considerada una hija de los cielos.
No era como si no hubiera nadie que pudiera igualarla en la misma generación, pero ninguno de ellos la había visto tan derrotada antes.
—Su linaje ocular es uno de los más terroríficos que he visto en mi vida —dijo Ji Lan mientras dejaba escapar un suspiro.
