Zhao Feng tomó a Li Xueyi y voló diez mil kilómetros sin dudarlo.
Montañas y lagos aparecieron por delante. El paisaje parecía sacado de una pintura y contenía la elegancia y la belleza de la naturaleza, como si no fuera parte de la civilización. Esta imagen tranquila y calmada dejaba a uno aturdido, y el corazón ligeramente impaciente de Zhao Feng se calmó.
Aunque puede haber perdido algunas cosas durante su camino de cultivación, siempre tuvo como objetivo luchar por la libertad y la honestidad.
—Estamos aquí. —Li Xueyi llevó a Zhao Feng a una montaña llena de débiles sonidos de qin, era el Palacio del Qin del Santo del Cielo, un lugar extremadamente tranquilo que no tenía peleas.