—¿Qué haces? ¡Detente!
Justo cuando Marvin pensaba preocupado que el enviado de la plaga entraría al combate, escuchó el grito repentino de Cachiporro: —¡Es mío!
Insatisfecho, el enviado de la plaga respondió: —Yo solo quería ayudar…
—Muchas gracias, ¡pero no hace falta!
—¡Puedo encargarme yo mismo de él! —dijo Cachiporro con desprecio
—Mejor ve y ocúpate de tu grupo de seguidores.
El enviado de la plaga se movió dando fuertes pisadas por su enojo. Luego se dirigió hacia el grupo de jóvenes.
—¡Hay una posibilidad! Marvin se sentía afortunado.
Aunque no fuera el oponente de Cachiporro en un mano a mano, estaba bien que pudiera huir.
Enfrentándose a la lluvia de ataques del último, Marvin se abocó a esquivar.
Cada movimiento lo dejaba en una situación difícil.
Todo el tiempo, parecía que aquella daga iba a cortarlo, pero siempre conseguía esquivarla peligrosamente.