Este terrible rugido era muy familiar. Marvin lo había escuchado en las profundidades del Pasillo de la Naturaleza Salvaje. Pero esta vez, el poder contenido parecía mucho mayor. Sonaba como una bestia que despertaba gradualmente.
¡El Dios de la Naturaleza Salvaje!
Aunque Marvin estaba en Sigilo, su velocidad era extraordinaria. Se apresuró al borde del acantilado, por encima de todo el calabozo. Los otros dos mantuvieron el paso tras él. De pie frente al acantilado, observaban juntos el impresionante ritual llevado a cabo en el centro del calabozo.
—¡Nada bueno, ya comenzó! —dijo Minsk con una expresión aguda que le permitía ver claramente todo lo que sucedía en la plaza.
