—Maestro, no tenemos mucho tiempo. Ese lugar abrirá pronto. Más gente se está acercando.
Una encantadora voz resonó en la oscuridad. El Mago se giró y miró a la sensual mujer sin cambiar su expresión.
—Estableceré un límite absolutamente seguro para asegurarnos de que no se encuentre rastro de Regis. En cuanto a ti, tendrás que quedarte aquí.
La mujer llevaba un vestido verde y parecía toda una tentación.
—No, tengo que estar contigo. El Pasillo de la Naturaleza Salvaje es demasiado peligroso: sabemos que el Dios de la Naturaleza Salvaje es una Deidad Antigua. No sabemos ni siquiera como se llama, tengo que quedarme contigo — rogó, preocupada.
El Mago meneó la cabeza en silencio. Miró a la estatua una vez más y tranquilamente dijo: