En las profundidades del valle, una luz fría seguía destellando. Los humanos no reaccionaron, y ni siquiera gritaron. Todos murieron a manos de Marvin.
Tenía que hacerlo. Este era el Yelmo Carmesí, uno de los lugares más crueles del Universo. Estos tipos ya habían perdido la cabeza, no podrían sobrevivir allí. Tal como había dicho Baro, lo mejor sería darles la paz.
Sin embargo, cuando la hoja se detuvo, Baro descubrió que aún estaba vivo. Miró a Marvin, que estaba limpiando silenciosamente su espada, con expresión de perplejidad.
—Estas eran personas que no tenían esperanza de sobrevivir, y por eso los maté—explicó Marvin en voz baja—. Pero tú no lo eres.
—Ya no soy un humano —murmuró Baro dolorosamente—. No me importa. No creo que a nadie le importe mucho después de perder a todos sus amigos y parientes, ¿verdad?