Las hojas caían en silencio. El camino polvoriento parecía haber sufrido mucho con el paso del tiempo. Ocasionalmente, unas pocas sombras pasaban antes de aullar frenéticamente de angustia.
En el terreno irregular, el musgo verde oscuro y las rocas de color rojo intenso escondían innumerables peligros.
Un cazador se escondía detrás de un montón de rocas. Este cazador, como era propio de su especie, era muy paciente. Quizás se debía a una restricción innata de la Raza: no se podían mover muy rápido.
La única parte amenazante era la mandíbula ensangrentada escondida bajo una roca. Un viajero descuidado caería en la trampa y terminaría en la boca del cazador.