Cheng Xue Yao aprovechó la oportunidad para brindar por Zhang Yang y ambos se tomaron todo el contenido de la taza de un solo trago. Si un camarero hubiese visto como los dos se tomaron el exquisito vino como si fuera una bebida barata, se habría vuelto loco y se habría llevado la botella de vino para sí mismo.
—Sr. Zhang... ¿Puedo hacerle una pregunta? — reguntó Cheng Xue Yao con una sonrisa. El alcohol había empezado a llegar hasta sus mejillas. De hecho, tanto Zhang Yang como Cheng Xue Yao estaban ruborizados.
—¡Pregunta! —dijo Zhang Yang. Comenzaba a sentir el efecto del vino en él y se sentía ondulado y achispado. Se le hacía tan difícil concentrarse en algo, que cualquier palabra que saliera de su propia boca se olvidaba inmediatamente.
—¿Cómo te llamas?
—¡Hick! ¿Mi nombre? Jeje. Zhang… espera... ¡Yang! Zhang Yang.
—¿Quiénes son tus padres?
—¿Mis padres? Vamos... a ver... no son nadie. ¡Sus nombres son Zhang Xian Yu, y Fang Li!