—¡Ah! ¡Asquerosidad de ocho patas! ¡Suéltame ahora mismo! —Wei Yan Er comenzó a gritar como una pequeña perra.
Intentó liberarse de las redes con su hacha de batalla, repetidas veces. Sin embargo, Canross era un monstruo con nombre verde. Zhang Yang y las chicas, obviamente, activaron una suerte de modo dramático. Sin importar cuánto lo intentara, Wei Yan Er no podía liberarse de las redes que la aprisionaban.
—¿Son creyentes del templo?
Canross encontró una marca verde sobre Zhang Yang. La tomó para verla más de cerca. Aquellas eran las marcas que Zhang Yang y las chicas recibieron del Sacerdote del templo cuando llegaron a la Reputación de Venerado. Canross lanzó las marcas de nuevo a Zhang Yang y agitó un poco su trasero. Las redes que los ataban se aflojaron un poco y pudieron moverse libremente otra vez. Wei Yan Er cesó inmediatamente sus maldiciones de perra. Ahora, miraba a su alrededor con ojos enormes, como si hubiera encontrado un tesoro.