—Así que, ella no está dispuesta a rendirse… Supongo que debo darle un tour por la ciudad de las nalgadas.
Golpear un par de montañas de gelatina no causaba ningún tipo de daño permanente a una persona, así que Zhang Yang reunió toda su voluntad y siguió dirigiedo sus golpes hacia las pompis de ella con todas sus fuerzas.
—Mmmm…
A medida que las nalgadas se hacían más fuertes, Fénix del Crepúsculo, de repente, dejó salir un sonido extraño, como si hubiera aceptado su suerte. La escena en la que se encontraba ya había ocurrido antes, en sus sueños, incontables veces durante incontables noches. El hombre que estaba nalgueando su majestuoso trasero con tanta fuerza se había convertido, inadvertidamente y hacía mucho tiempo, en su demonio personal… aunque él no lo supiera.