La única respuesta ante el cruel acto de Liu Wei fue solamente insultarlo y maldecirlo a sus espaldas. Literalmente, nadie podía hacer nada más. Si regañar a alguien pudiera solucionar la mayoría de los problemas, entonces un debate podría revolver todos los problemas de la humanidad.
Zhang Yang tenía otras cosas que hacer en ese momento, así que no tenía tiempo para pensar el Liu Wei. Zhang Yang se estaba dirigiendo hacia el castillo, y cuando, llegó las ruinas no estaban tan mal como cuando las había dejado. Aunque aún no estaba completamente reconstruido, el techo del castillo había sido reemplazado.
Zhang Yang recorrió el castillo y encontró a la princesa de pie en un balcón arruinado. El sol se estaba poniendo y el cielo estaba teñido de rojo. La princesa se encontraba mirando al horizonte. Se veía como si sus pensamientos estuvieran más lejos que los diminutos pájaros en el cielo. El viento soplaba suavemente, acariciando levemente su cabello y su vestido.