Ma Wu Shi le devolvió el celular a Su Xin Yu con mucho cuidado y respeto, con el tipo de gesto que tendría el cajero de un supermercado al darle cambio a un cliente. Pero era más que eso, como si la persona frente a Ma Wu Shi no fuese su subordinada, sino su madre. Sólo así tendría sentido ese nivel de ansiedad y respeto.
Sun Xin Yu tomó el celular, lo guardó en su bolsillo y dijo como si nada:
—Entonces, ¿estoy despedida?
Fue como una cachetada para Ma Wu Shi, como sal directo en su herida. Sintió sus palabras como una daga en el pecho, pero sonrió con amargura al contestarle.
—¿Pero qué dices? La pequeña Sun es una oficial de la ley, una oficial del pueblo. Todos siempre te han admirado, recuerda tus méritos.