1937
Todos miraron a Qin Chu.
—Necesito llamar a un amigo para que pueda venir a rescatarme.
—¿Tu amigo? ¿También es chino? —preguntó el oficial de policía en tono burlón.
—Ah... Lo descubrirás cuando venga —se burló Qin Chu.
—Oficial. Déjalo llamar. Tal vez pueda pagar un alto monto por la fianza —uno de sus subordinados le recomendó al policía en voz baja.
El oficial de policía asintió.
Qin Chu sacó su teléfono y marcó un número.
Luego dijo en un tono impaciente: —Estoy en California en un motel llamado Motor; está a 30 kilómetros de Auckland. Algunos policías quieren detenerme. Ven y rescatame.
—¿Detenerte? No seas tonto... —el hombre al otro lado del teléfono se rio.
—No soy. Te daré media hora. No me importa si tomas un helicóptero o tu avión personal. Solo ven a buscarme.
Entonces, Qin Chu colgó con orgullo.
—Cariño, ¿estás llamando a Ning? —preguntó Huo Mian en un tono preocupado.
