—Definitivamente le gustará tu obsequio.
—Deja de adularme —enfatizó la mujer.
—No lo estoy haciendo. Lo más importante es que solo hay dos calabazas de jade blanco como esa en el mundo. Es invaluable... —respondió su asistente, con tanta seriedad que la joven se echó a reír.
—La extraño tanto... Pero papá no me deja buscarla bajo ninguna circunstancia. Es tan molesto...
—El profesor lo hace por tu bien. Las cosas están muy tensas ahora, ¿qué tal si...?
—Lo sé. La verdad es que quiero que tenga una vida feliz y en paz... Si ella puede vivir feliz para siempre, no importa, ni siquiera si nunca se entera de que existo... Mi padre y yo tenemos vidas tan duras, siempre miserables y sin hogar, no quiero que se vea involucrada en todo esto...
—Tiene suerte de tener una hermana menor como tú... No fuiste a buscarla no porque no la quieras, sino porque quieres protegerla...