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—¿Quién sabe? Escuché que tiene gente con poder detrás de ella. El alcaide venía a visitarla una vez al día. Pero, he oído que es una asesina. No tengo ni idea de quién es, pero es extraño. La he visto una vez, es joven y bonita. Qué lástima.
—Gracias. —Huo Mian tomó la bandeja de frutas y la puso sobre la mesa. Detrás de ella estaba la cama que había hecho cuidadosamente. No se sentía como si estuviera en prisión. Aparte de estar restringida a donde se le permitía ir, todo seguía igual que cuando era libre.
Ella podía comer bien y dormir profundamente.
Le dio un mordisco al kiwi e inmediatamente sintió náuseas.
—¿Qué pasa? ¿Te encuentras mal? —preguntó la guardia.
—Estoy bien, podría ser sólo una gripe estomacal.
—Iré a buscar al médico.
Huo Mian inmediatamente agarró a la guardia por el brazo.
—No, no, estoy bien.