Isabella se sintió abrumada por sus emociones cuando volvió a ver la ciudad.
Inesperadamente, en solo un año, la iglesia, que había sido la única esperanza de la humanidad para derrotar a los demonios, se convirtió en una barrera para el éxito de la raza humana en la Batalla de la Divina Voluntad.
Ella había vivido aquí durante mucho tiempo, pero no estaba unida sentimentalmente a la iglesia. Las enseñanzas de Su Santidad O'Brien seguían sonando en sus oídos y le recordaban que el resultado siempre era más importante que el proceso. Estaba segura de que si la humanidad no podía derrotar a los demonios, todos sus esfuerzos no tendrían sentido.